Hace mucho tiempo, el pueblo de Israel fue llevado prisionero a un país lejano llamado Babilonia. Allí vivía un joven llamado Daniel, que amaba a Dios con todo su corazón.
Daniel era sabio, honesto y siempre hacía lo correcto. Por eso, el rey lo eligió para ocupar un puesto muy importante en el palacio. Sin embargo, algunos hombres se llenaron de envidia porque Daniel era mejor que ellos y buscaban una manera de hacerlo caer.
Como no podían encontrar ninguna falta en su trabajo, pensaron:
—La única manera de atrapar a Daniel es en su fe en Dios.
Entonces fueron al rey y le dijeron:
—Majestad, firme una ley que diga que durante treinta días nadie pueda orar ni pedir nada a ningún dios, sino solo a usted. El que desobedezca será arrojado al foso de los leones.
El rey, sin pensar mucho, aceptó y firmó la orden.
Cuando Daniel supo de la nueva ley, no tuvo miedo. Como siempre, se arrodilló en su casa tres veces al día, abrió las ventanas hacia Jerusalén y oró a Dios, dándole gracias.
Los hombres envidiosos lo espiaron y corrieron a acusarlo ante el rey. El rey estaba muy triste, porque apreciaba a Daniel, pero no podía cambiar la ley. Así que mandó que lo llevaran al foso de los leones.
Antes de que lo lanzaran, el rey le dijo:
—Que tu Dios, a quien sirves siempre, te salve.
El foso estaba lleno de leones hambrientos. Taparon la entrada con una gran piedra y el rey pasó la noche en ayuno, sin poder dormir, preocupado por Daniel.
Al amanecer, corrió al foso y gritó con voz temblorosa:
—¡Daniel, siervo del Dios viviente! ¿Pudo tu Dios librarte de los leones?
De repente, se escuchó la voz de Daniel desde adentro:
—¡Viva el rey para siempre! Mi Dios envió a su ángel y cerró la boca de los leones. No me hicieron daño porque soy inocente delante de Él y de ti.
El rey se alegró muchísimo y ordenó sacar a Daniel del foso. No tenía ni un rasguño, porque había confiado en Dios.
Después, el rey mandó castigar a los hombres malvados que lo habían acusado y dio una nueva orden:
—En todo mi reino todos deben respetar y honrar al Dios de Daniel, porque Él es el Dios viviente que salva y libra de todo peligro.

Enseñanza para los niños:
La historia de Daniel nos enseña que debemos ser fieles a Dios aunque otros quieran hacernos daño. Cuando confiamos en Él, no hay problema ni peligro tan grande que no pueda salvarnos.
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