Después de que Dios liberó a su pueblo de la esclavitud en Egipto, los israelitas caminaron por el desierto rumbo a la tierra que Dios les había prometido. Al frente iba Moisés, el hombre escogido por Dios para guiarlos.
Un día llegaron a una montaña muy grande llamada Sinaí. Allí Dios habló con Moisés y le dijo:
—Quiero que mi pueblo sepa cómo vivir de manera correcta. Les daré mis mandamientos para que aprendan a amarme a mí y a tratar bien a los demás.
Moisés subió a la cima de la montaña. Había truenos, relámpagos y una nube muy espesa que cubría todo el lugar. El pueblo estaba asustado, pero sabían que la presencia de Dios estaba allí.
En lo alto, Dios le entregó a Moisés dos tablas de piedra en las que estaban escritos los Diez Mandamientos. Eran reglas importantes para que el pueblo viviera en paz y obedeciera al Señor.
Los Diez Mandamientos decían cosas como:
- Amar a Dios sobre todas las cosas.
- No adorar a otros dioses ni imágenes.
- Respetar el nombre de Dios.
- Guardar un día para descansar y honrar a Dios.
- Honrar a los padres.
- No matar.
- No robar.
- No decir mentiras.
- No ser infiel.
- No desear lo que tienen los demás.
Cuando Moisés bajó de la montaña, su rostro brillaba porque había estado con Dios. Le mostró las tablas al pueblo y les explicó que, si obedecían esos mandamientos, vivirían felices y en amistad con el Señor.
Los israelitas prometieron obedecer, aunque más adelante tendrían dificultades para cumplirlo. Pero esos mandamientos se convirtieron en una guía para todos, incluso para nosotros hoy.

Enseñanza para los niños:
Los Diez Mandamientos son como señales en el camino que nos muestran cómo amar a Dios y a los demás. Cuando los obedecemos, vivimos mejor y hacemos del mundo un lugar más justo y feliz.
También puedes ver todo el catálogo de historias de la Biblia.