Hace mucho tiempo, el mundo estaba lleno de maldad. Las personas ya no obedecían a Dios ni se trataban con amor. Dios estaba muy triste al ver tanta violencia y desobediencia.
Pero había un hombre diferente: Noé. Él amaba a Dios, lo obedecía y enseñaba a su familia a hacer lo correcto. Por eso, Dios lo eligió para una misión muy especial.
Dios le dijo a Noé:
—Voy a limpiar la tierra con un gran diluvio, pero tú y tu familia estarán a salvo. Construye un arca enorme de madera, como una gran casa flotante.
Noé creyó en Dios y comenzó a trabajar. Sus vecinos se reían de él porque nunca había llovido tanto como para cubrir la tierra, pero Noé obedeció. Martilló, cortó madera y siguió todas las instrucciones que Dios le había dado.
Cuando el arca estuvo lista, Dios le ordenó que entraran dos de cada animal, macho y hembra: elefantes, jirafas, leones, osos, aves, y también animales pequeños como conejos, gatos y ardillas. Noé y su familia también subieron al arca.
Entonces empezó a llover. Primero unas gotas, luego una tormenta, y pronto el agua cubrió toda la tierra. Solo el arca flotaba sobre las aguas, y dentro de ella estaban seguros Noé, su familia y los animales.
La lluvia duró cuarenta días y cuarenta noches. Pasaron muchos meses hasta que las aguas comenzaron a bajar. Finalmente, el arca se detuvo sobre una montaña.
Noé soltó primero un cuervo, y luego una paloma. La segunda vez que la paloma salió, regresó con una ramita de olivo en el pico. Eso significaba que la tierra ya estaba seca.
Cuando por fin bajaron del arca, Noé levantó un altar y agradeció a Dios por salvarlos. Dios puso en el cielo un arco iris como señal de su promesa:
—Nunca más enviaré un diluvio para destruir la tierra.

Enseñanza para los niños:
La historia de Noé nos enseña que obedecer a Dios, aunque los demás no lo entiendan, siempre trae bendición. El arco iris nos recuerda el amor y la fidelidad de Dios con nosotros.
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