Hace muchos años, el pueblo de Israel estaba siendo oprimido por los filisteos. En ese tiempo nació un niño muy especial llamado Sansón. Desde antes de nacer, un ángel le dijo a sus padres que Sansón sería escogido por Dios para ayudar a liberar a Israel.
El ángel también les dio una instrucción: Sansón debía ser un nazareo, lo que significaba que debía obedecer ciertas reglas especiales, entre ellas nunca cortarse el cabello. Su cabello sería la señal de la fuerza que Dios le daría.
Sansón creció y se convirtió en un hombre muy fuerte, mucho más fuerte que cualquier otro. Con esa fuerza podía hacer cosas increíbles: un día luchó contra un león y lo venció con sus propias manos; en otra ocasión derrotó a muchos enemigos que querían atraparlo.
Pero Sansón también tenía un problema: no siempre obedecía a Dios ni tomaba buenas decisiones. A veces se dejaba guiar por sus emociones y no por la sabiduría del Señor.
Los filisteos, que lo odiaban porque siempre los vencía, buscaron la manera de descubrir el secreto de su fuerza. Entonces apareció una mujer llamada Dalila, que quería engañarlo. Ella le preguntaba una y otra vez:
—¿De dónde viene tu fuerza tan grande?
Al principio Sansón no le dijo la verdad, pero Dalila insistió tanto que él terminó confesando:
—Mi fuerza está en mi cabello. Si me lo cortan, perderé mi fuerza.
Dalila aprovechó la ocasión y, mientras Sansón dormía, le cortó el cabello. Los filisteos lo atraparon fácilmente, lo encadenaron y lo llevaron prisionero. Sansón había perdido su fuerza porque había desobedecido a Dios y revelado su secreto.
Pasó el tiempo, y mientras estaba en prisión, su cabello comenzó a crecer otra vez. Un día, los filisteos organizaron una gran fiesta en honor a su dios falso y llevaron a Sansón para burlarse de él.
Sansón, humillado, oró a Dios y le dijo:
—Señor, dame fuerza una vez más para vencer a mis enemigos.
Con la ayuda de Dios, Sansón empujó con todas sus fuerzas las columnas del edificio donde estaban reunidos los filisteos, y el lugar se derrumbó. Aunque Sansón perdió su vida en ese momento, también venció a muchos enemigos de Israel, cumpliendo así el propósito que Dios tenía para él.
Enseñanza para los niños:
La fuerza de Sansón no estaba realmente en su cabello, sino en Dios. Esta historia nos recuerda que nuestra verdadera fortaleza viene de confiar y obedecer al Señor.
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